Una perspectiva del fraude estudiantil

 Todos los fenómenos que ocurren en el universo son multifactoriales.

A veces pretendemos dividir a los actores que intervienen en algún fenómeno sociológico, en una visión muy simplista, en buenos y malos. De alguna manera, a veces no muy evidente, cada uno aportamos a la ocurrencia del hecho.

Por otro lado, como hay un bando "bueno", es el que tiene la razón y debe poner el orden.

Pongamos por ejemplo a la delincuencia común:

Es evidente que nos afecta a los ciudadanos y todos clamamos por un control efectivo por parte de las autoridades, lo que generalmente implica un mayor pie de fuerza policial y eso, no está mal, debe haber planes de choque o contingencia para contener cualquier fenómeno que afecta a una población.

Pero ¿Cuál es la génesis de la delincuencia común y la inseguridad en las ciudades? 

No creo que se necesite argumentar mucho, ni mostrar evidencia científica para asegurar que es la desigualdad social, la falta de acceso a la educación, de oportunidades laborales dignas, de vivienda, de servicios públicos y transporte.

Por supuesto que siempre habrá la psico y sociopatía, aquel que tiene privilegios y aún así delinque, pero corresponde a una minoría.

Por lo que la solución de fondo y a largo plazo está en mejorar las condiciones de vida de la población, procurando una mayor equidad social.

Ahora, hagamos el símil con la educación.

Pongamos en un bando a la familia, la sociedad y la institución educativa y en el otro, a los estudiantes.

¿Qué le pedimos los unos a los otros? ¿Aprendizaje o notas?

El modelo pedagógico que implementamos ¿Qué favorece? ¿El proceso formativo en sí o un volumen de conocimientos?

Si a los profesionales ya formados nos hacen una prueba de conocimientos para evaluar el volumen de estos, tal y como lo aplicamos al que está en formación, la mayoría perderíamos la prueba y eso, no nos hace malos profesionales.

En los grupos profesionales de ingeniería es recurrente la queja de una enseñanza matemática avanzada que nunca usan en su quehacer profesional cotidiano, que finalmente lo hacen aplicaciones o software especializados.

Un abogado, por ejemplo, no requiere saber todo el detalle de la ley para defender a su cliente, debe saber unos principios básicos del derecho para ejecutar las acciones iniciales de defensa, luego debe estudiar el caso a profundidad, las leyes pertinentes, la jurisprudencia aplicable, el derecho histórico y el comparado que tenga relación al caso.

Luego, como la presión al estudiante es por un resultado representado en una nota y no la garantía de un conocimiento básico para el ejercicio de su profesión, además de una metodología de aprendizaje autodidacta, que complemente aquellas áreas del conocimiento de su profesión que deba profundizar para afrontar un caso en particular.

Entonces, viene el fraude.

No es obligatorio saberlo todo, es obligatorio saber a quién preguntar, esto es, a la literatura científica representada en un libro, una base de datos o un experto en el tema.

La nota del estudiante debe valorar su empoderamiento con su propio proceso formativo más que el volumen de conocimiento en sí mismo.

Decir simplemente que los estudiantes son tramposos es un análisis muy simplista.

En mi papel de docente en educación superior, me preocupa cuando los egresados se comunican para preguntar conceptos muy básicos de la profesión que deberían tener muy claros al terminar la carrera y me pregunto cómo nosotros, como sistema educativo no fuimos capaces de enseñar ese componente esencial mientras les transmitíamos un voluminoso acervo de conocimiento propio de una especialidad y no de las bases del oficio.  



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